Hay cosas que considero que se tienen que hacer como mínimo una vez al año porque pienso que son necesarias. Una de ellas es ver un espectáculo de La Cubana.
No hay nada tan necesario en esta vida como reírse de la misma. Y en eso La Cubana ya es veterana. La risa nos llena de positivismo y nos ayuda a olvidar los problemas que nos torturan en nuestra cotidianidad. El humor es tan necesario porque en él se encuentra la felicidad de la vida, quizás efímera y festiva, pero efectiva. Es por eso que admiro tanto a la compañía catalana de La Cubana. Con su alocado humor, sus excéntricos personajes, su extravagante vestuario y su desternillante interacción con el público consiguen hacer reír a carcajada a quien sea.
Ellos se atreven con todo, y es que ahora se les ha encargado llevar a cabo el funeral de la muerte del polifacético artista Arturo Cirera Mompou, al cual hemos sido todos invitados. Arturo pidió personalmente que su funeral no fuese un triste día de luto, sino una fiesta llena de música y lentejuelas, y por eso todos sus amigos han acudido a la fiesta para despedirle cantando y bailando.
Diez actores interpretan a más de ochenta personajes, presentándonos al alocado y excéntrico grupo de amigos y familiares del señor difunto. Es alucinante pararse a valorar el trabajo interpretativo que hay detrás de cada espectáculo de La Cubana: tonos gritados, personajes caricaturescos, caracterizaciones aberrantes, maquillaje y vestuario esperpéntico… Lo que más admiro de esta compañía es su espíritu de innovación y superación porque, aunque lleven años sorprendiendo al público con esas cosas que todo aquel que las ha vivido nunca las olvidará, espectáculo tras espectáculo siguen reinventándose y actualizándose para sorprender a cada uno de los espectadores que ha asistido. Alocado, dinámico, positivo, fiestero… así es el funeral de Arturo Cirera Mompou que no dejará a nadie indiferente, lo juro.
Adiós, Arturo! es una desternillante sátira sobre la muerte, los funerales y las falsas apariencias. Un canto a la vida (paradójicamente en un funeral) que conseguirá que salgamos del teatro con ganas de bailar, de cantar, de gritar, de reír, de llorar, y sobre todo, de ¡besar a la vida!