La desaparición de Eva es una de esas pequeñas joyas con las que nos sorprende de vez en cuando el Off madrileño. Siempre he dicho que el buen teatro no es solo el que tiene la capacidad de conmover sino, además, aquel que, a través del texto o la puesta en escena, consigue sorprender al espectador. Ese es, al menos, el teatro que me interesa. Y ese es el caso de La desaparición de Eva. Una obra que surge del encuentro entre las artistas-creadoras Ángeles Páez, Amanda Recacha y Raquel Guerrero, con la colaboración en el proceso creativo de Fernanda Orazi y Alberto Huici.
Con dramaturgia y dirección de Ángeles Páez, la obra narra el reencuentro de Eva y Sofía, después de dieciocho años de la desaparición de la primera, forzada o no, pero marcada por la sombra de un escenario distópico donde se pierden los olvidados. La desaparición de Eva es un poético viaje a través de la memoria y la mirada del otro, en busca de la identidad. Un viaje en el que logran embarcar al público y donde los planos de realidad y ficción se mezclan con gran maestría.
Ángeles Páez, Amanda Recacha y Raquel Guerrero se mueven con increíble soltura por un texto original y sorprendente -aunque no fácil de interpretar, lo que añade si cabe más valor a sus interpretaciones-, y en un escenario que hacen suyo desde que aparecen en escena hasta el sorprendente final.