Quién le iba a decir a Lorca que cinco años después de terminar de escribir Así que pasen cinco años todo se volviera tan trágico y tan gris como aparece en la obra. Un pozo donde cayeron todos metafóricamente y él, además, literalmente. Lo asesinaron en Granada en agosto de 1936. Ya saben, la «operación de envergadura» en torno a la casa de los Rosales, guardias rodeando la manzana, guardias en los tejados… Algunos siguen allí, en los «pozos». Pero vayamos a lo que nos ocupa. Dos de las figuras más vanguardistas en la escena nacional, la interesantísima Carlota Ferrer y Darío Facal, revisan el clásico lorquiano en El Pavón Teatro Kamikaze, bajo el título de La leyenda del tiempo es, a su vez, el subtítulo de la original.
Lo importante es el tiempo. Y el Joven, el único personaje real de la obra porque el resto son proyecciones suyas (o de Lorca) e interpretaciones de la muerte. El hombre atrapado y hasta el miedo, la obsesión con la muerte y la espera, los recuerdos y la nostalgia, pero también el amor idealizado, el frustrado, el arrasado…
El montaje, surrealista y lleno de símbolos, nos induce a un mundo en el que el presente resulta una dimensión inaccesible, una transición entre dos tiempos que imposibilitan la vivencia plena. El Joven, tras cinco años de espera, se reencuentra con La Novia. Apenas la recuerda. Ella, por su parte, le rechaza para fugarse con El Jugador de Rugby, que representa la «virilidad descerebrada». Aquí es donde entra una de las obsesiones lorquianas: el no ser «suficientemente hombre», ligado a la homosexualidad.
El dúo Ferrer-Facal se esfuerza en que el «teatro irrepresentable» de Lorca sea accesible. Bajan y acercan la poética y los simbolismos para que el público entre en el espectáculo. Y lo consiguen. Buscan que se entienden porque conocen sus límites, aunque quizá resulte contraproducente. Una propuesta interesante y fiel a la poética de Lorca, pero que queda muy lejos de otros trabajos firmados por la coreógrafa.
Abre la hipnótica transición entre el Niño Muerto y el Gato y después, el recuerdo de mañana. Los ojos como platos en una apertura inesperada, buen ritmo y unas estupendas Selam Orgega (como gato) y Conchi Espejo como niño, que da vida muy correctamente a La Mecanógrafa. Un elenco jovencísimo (Diego Cabarcos, Carmen Climent, Conchi Espejo, Joaquín Fernández, Tony Galán, Selam Ortega y Alicia Pérez) subido a un escenario y con vocación quizá más bailarina que cumple, pero no contagia. La decisión de que una mujer (Climent) acoja a El Joven es estupenda y lo hace de manera dulce e ingenua, aunque en ocasiones le falta garra.
¡El tiempo! ¡El tiempo! El tiempo y su traición y la libertad y la suspensión y la espera y la muerte. Dicen que los asesinos de Lorca fueron tres hombres. Tres hombres lo llevaron a la muerte también con disparos. Redoble de tambores.