Lope de Vega era un escritor de muchísimas virtudes, el dominio de la palabra y la construcción de historias a través de versos era sin duda la mejor de ellas. No obstante, cada uno es hijo de su tiempo y Lope, aunque un rebelde en su siglo, no es una excepción. No es un secreto para nadie que cómo contar las historias importa, que los protagonistas siempre fueron los mismos y que ellas eran, y a nuestro pesar, en muchas ocasiones, siguen siendo, sujetos pasivos del arte. El eterno debate está ahí, ¿ser fieles al original porque no podemos juzgar el pasado con los ojos del presente? ¿O transformar las historias cambiando el ángulo de la cámara para hacer justicia a quienes fueron sujetos pasivos, dándoles voz y voto en el asunto? Y aquí no hablamos solo de las mujeres, también hablamos de aquellos y aquellas que se escapaban de las costuras de una sociedad encorsetada que no dejaba espacio a quien se salía de la norma.
Pues en este eterno debate, el pasado jueves encontré la respuesta perfecta en esta versión de la Malcasada que ofrecen en el Corral de Cervantes. El texto se respeta, la historia se mantiene, pero en una impecable ruptura de la cuarta pared se permite que los personajes muestren sus heridas en un contexto del 2023, sin olvidar la métrica y el ritmo del siglo de oro. La forma de compaginar fondo y forma da lugar a un montaje excelente con unos actores y actrices muy correctos que crecen con la propia obra. Para una enamorada del teatro clásico que está, a la par, abierta y asustada a las adaptaciones, ésta es sin duda una de las más acertadas que he visto.