La noche es amiga de confidencias. Cuando las referencias espacio-temporales son apagadas por la manta de la oscuridad, surgen murmullos o gritos que buscan desahogo y libertad, la libertad que la luz del día somete y humilla. Un título tan literariamente explícito suena a aquelarre y universos herméticos.
Miguel del Arco, consagrado y siempre renaciente, se atreve con esta recreación de una de tantas noches de vino y rosas, de resaca agria y palabras ásperas. Es difícil lograr que la vida privada de una celebridad se convierta en argumento en la pluma de otro autor. Per Olof Enquist se lanza a un mar de tiburones al analizar este episodio en la vida de una gloria nacional. August Strindberg, atormentado y bipolar, se agita entre la melancolía más estéril y la creatividad avasalladora de un genio sin bridas. Su vida familiar fue un muro contra el que se estrellaban sus ansias de felicidad. En este entorno tan tóxico se desarrolla el presente montaje. Su esposa, Siri, una de las tríbadas titulares, complementa y estimula los delirios violentos del marido para, tras un tal vez excesívamente largo nudo de espesura mineral, llegar a la síntesis/desenlace… Continuar leyendo en Tragycom