La imagen icónica de la mujer pegada al teléfono esperando la llamada de ese hombre inexistente que la completa e ignora. El acompasado ritmo de relatos feministas públicos que se mezclan con las ironías y la contradicción de nuestras propias acciones y deseos. La petit mort del Teatro Lara recupera el poder del monólogo en su sala más pequeña, para seguir arrancando carcajadas del drama y conectar con ese público fiel que visita su sede de grandes puertas rojas. Una obra mediana, directa, –por qué no atrevida–, que homenajea a su manera a la Nouvelle Vague y ojalá empodere a más de una mujer en este recién estrenado mes de marzo.
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