“La Tempestad” es una obra de venganza y perdón. Shakespeare emplea todos sus ingredientes en este drama en el que, como buen súbdito isabelino, rinde pleitesía a una monarquía piramidal. Próspero es el nuevo emperador de esta isla antes regida por la bruja Sycorax. El poder ha de ser detentado con legitimidad por los más capaces y Calibán (salvaje, primitivo y contundente este personaje recreado perfectamente por Javier Rodenas) , su hijo, claramente no lo era. La magia es el cetro que blande Próspero para organizar su territorio y para someter vidas y voluntades. Permanece aislado y ajeno a la acción sirviéndose de Ariel para no mancharse las manos en la consecución de sus planes. Una vez conseguidos, se incorpora a ese mundo al que una vez perteneció, libera a los oprimidos y se regocija con la felicidad de un dios que observa su creación en paz.
La Puerta Estrecha, una vez más, se atreve con producciones ambiciosas de repartos amplios. Shakespeare no es un autor menor y requiere, además de comprensión, una sensibilidad especial para tratar tantas relaciones cruzadas, tantos versos de alto lirismo, tanta humanidad excelsa. El espectador ha de recorrer, a pesar de la aparente monotonía del espacio insular, todos los rincones de una sala desmontada para adaptarse a otros tantos momentos del desarrollo dramático. Es muy acertada la confección de decorados con efectividad artesana. El lenguaje mantiene la majestad del autor y la estética resulta arriesgadamente sólida… Continuar leyendo en Tragycom