Celso Giménez (La Tristura) se estrena en solitario con Las niñas zombie, tras un largo periodo de residencia en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque que cristaliza en una obra delicada y estéticamente impresionante.
Las niñas zombie parte de una historia con un origen marcadamente personal para el autor y que, sin embargo, es del todo familiar para muchas personas pertenecientes a su generación; esa que es la tercera al tomar como referencia a quienes vivieron la guerra civil. Esta guerra (provocada por un golpe militar de corte fascista) y los posteriores crímenes represivos perpetrados por el bando vencedor, dieron lugar a un sinfín de historias atroces que vertebran el pasado de muchas familias. Historias que, a veces por miedo, a veces por supervivencia, han quedado silenciadas en un secreto presente pero innombrable que brota del trauma y genera una herencia que ha pasado de generación en generación. Hasta la tercera, esa que, según dice Celso, sí puede hablar de dicho trauma al estar tan afectada por como distanciada de él.
La obra se estructura en tres partes con ciertos códigos diferenciados pero que tienen en común dos cosas: la importancia del texto y la finura estética y plástica con que este es arropado. Destaca especialmente la delicadeza de la primera parte, el naturalismo brutal de la segunda que consiguen las tres actrices (Natalia Fernandes, Teresa Garzón y Belén Martí Lluch) y la potencia narrativa de la tercera. En conjunto, forman una obra tremendamente emotiva que homenajea a toda la genealogía conviviente con el secreto y que, sin profundizar en exceso en el efecto del trauma en la tercera generación, es la muestra perfecta de que aún quedan muchas historias por desenterrar y muchos zombies que deben unirse para entender lo común de su herida.