Lorca en Nueva York de Alberto San Juan y la banda es un espectáculo especial, mágico y con mucho duende.
Desde que Alberto nos traslada al pasado y el espíritu de Lorca le posee y hasta que termina el viaje he sentido muchas cosas bonitas.
Escuchar a este gran intérprete con su voz, sus matices y su pasión por el texto del internacional poeta ha sido un lujo.
El teatro ha envejecido y hemos viajado al pasado, pero me ha resultado raro realizar este viaje, ya que lo que Alberto nos cuenta en el texto y en la poesía del poeta comparado con la realidad y nuestros días, pues no es que hayan cambiado mucho las cosas y la situación de Nueva York.
Federico García Lorca tenía una sensibilidad extraordinaria y Alberto San Juan le ha hecho un homenaje a su altura y es que en algunos momentos cerraba los ojos y era como si Federico se hubiese apoderado del Teatro Bellas Artes de Madrid.
He leído cuando era más joven algunos textos y poesía de Federico estando en la gran manzana, pero no los recordaba, así como del romancero gitano y de otras de las obras del poeta si que me acuerdo de esta estancia en Nueva York son vagos los recuerdos que tengo.
Así que ha sido una delicia descubrir el espíritu de Federico a mi edad y darme cuenta de las metáforas, descripciones y paralelismos que utilizaba para dar vida a una ciudad que se movía demasiado deprisa y que le tocó profundamente el alma.
Lorca en Nueva York está dotada de vida y de alma.
La banda que acompaña a Alberto San Juan son los encargados crear esa ambientación tan deliciosa del texto.
Una obra para ver con los ojos cerrados y el corazón abierto. ¡Maravillosa!