Manuel acaba de herir gravemente a un agente de los antidisturbios en el portal del edificio en el que vive, en el centro de Madrid. Y lo ha hecho de una forma totalmente rocambolesca: con un destornillador. Como no sabe qué hacer, decide acudir a casa de su tío para buscar alguna solución que evite su más que probable destino entre rejas.
A partir de ahí, se desencadena una trama de la que es imposible desconectar durante hora y media.
Cuando escuché por primera vez que Los asquerosos, la novela de Santiago Lorenzo, iba a adaptarse al teatro, pensé que sería un reto muy complicado por la forma en que estaba escrito el libro. Sin embargo, la idea que han tenido Jordi Galcerán y Jaume Buixó para hacerlo es sublime.
Miguel Rellán y Secun de la Rosa son tío y sobrino; protagonistas de una historia tan divertida como crítica con la sociedad actual dominada por la velocidad, el ruido, el abandono de las zonas rurales, pero especialmente, inoculada de superficialidad, apariencias, falsedad en redes sociales, el postureo… Todas esas características que forman parte y definen lo que Santiago Lorenzo denominó: la ‘mochufa’.
En plena crisis por la reciente agresión al policía, ambos personajes deciden que lo mejor es que Miguel, el sobrino, huya de la capital y busque refugio en algún lugar desierto, aislado y desconocido donde poder ocultarse. Y ese sitio es Zarzahuriel, nombre ficticio para no identificar su verdadera localización.
Y ocultan, o mejor dicho, inventan ese nombre para el pueblo porque la forma de comunicarse entre ellos es a través de una única llamada telefónica al día. No quieren que nada ni nadie registre el nombre real de su ubicación.
Ahí es donde residía el mayor reto de esta adaptación: en el libro, es el tío quien cuenta la historia de su sobrino. Relata el día a día del Miguel fugado a través de lo que este le cuenta por teléfono. Y sobre las tablas ocurre exactamente lo mismo: Rellán y de la Rosa hablan entre ellos sobre el escenario, sí, pero como si lo hicieran por teléfono. De ese modo, hacen partícipe al público de sus conversaciones y consiguen que se cree una especie de pacto actor-espectador en el que todos formamos parte de ese plan secreto de huida y ocultamiento.
Poco a poco, la vida de Miguel en Zarzahuriel pasa de la tensión por ser identificado al descubrimiento de la libertad; por fin ha encontrado su lugar en el mundo, donde estar tranquilo, feliz, donde disfrutar del silencio, el aire puro, donde huir de los problemas -personajes y judiciales- y disfrutar de la naturaleza y el mundo rural.
Pero esa paz se ve alterada cuando llega a Zarzahuriel una familia urbanita que amenaza con hacer saltar por los aires lo que durante tantos meses habían conseguido ocultar tío y sobrino. Y lo peor: resulta que esa familia que llega es la mayor representación posible de “La mochufa”.
Lo que pasa a continuación es mejor verlo y vivirlo en el teatro. No puede ser más divertido cómo tío y sobrino vuelven a urdir una estrategia tan loca como la anterior para intentar recuperar la sensación de plenitud que Miguel había conseguido alcanzar.
La puesta en escena es aparentemente sencilla pero han conseguido una ambientación que te transporta directamente a los escenarios que plante la novela: el piso del tío, la casa abandonada de Zarzahuriel donde Miguel decide asentarse y escapar de la justicia. Esos dos escenarios iniciales se descubren como auténticas muñecas matrioskas que van descubriendo en su interior nuevos escenarios en los que los espectadores podemos vivir en primera persona la vida de los dos protagonistas.
Los diálogos tienen un humor inteligente, son rápidos y no solo son interesantes por lo que cuentan sino por cómo lo cuentan. Algo que hace que, por ejemplo, el personaje de Miguel, el sobrino, interpretado por Secun de la Rosa sea una auténtica revolución; es divertido a la máxima potencia.
Durante hora y media conseguí olvidarme de todo lo demás y viví, junto a los personajes, una de las historias más divertidas e inteligentes de los últimos años.
Miguel, su tío y la ‘mochufa’ os esperan en el Teatro Español. Porque sí, de una forma u otra, todos formamos parte de Los asquerosos.