Debo decir que después de este musical, ya nada volverá a ser igual. He visto muuuuchos musicales y esta versión de Los Miserables ha superado todas mis expectativas. No le falta absolutamente nada para ser considerado uno de los mejores musicales que han pasado por Madrid en la última década.
La escenografía es simplemente espectacular. Se nota el trabajo minucioso de arquitectura escénica, con cada cambio de decorado pensado como una pieza de arte. Cada escena es un verdadero espectáculo visual, potenciado por un diseño de luces que en varios momentos logra intensificar la emoción del momento con una fuerza a.
Las coreografías, por su parte, construyen imágenes que se quedan grabadas. Hay escenas, como la de los caídos en las barricadas, que parecen salidas de un cuadro. Es pura poesía visual.
En cuanto a la composición musical, no hay un solo momento que no esté cuidado al detalle. Resulta fascinante cómo todo el texto es cantado, y aun así logra mantener la atención de principio a fin. Desde la melodía principal y más popular, que va enlazando los momentos clave de la obra, hasta la memorable canción del “Dueño del mesón”, que todavía me resuena en la cabeza al día siguiente, todo está a la altura de una producción sobresaliente.
El elenco brilla en conjunto: Desde los niños hasta el protagonista y el Capitán, que ofrecen interpretaciones llenas de talento y emoción. Incluso en los momentos más vacios de escenario, estos dos últimos consiguen llenarlo por completo.
Sin duda, Los Miserables es una experiencia teatral imprescindible, ideal para disfrutar con amigos o pareja. Eso sí, quizás el argumento cantado y el ambiente oscuro puede resultar algo complejo para menores de 16 años.
