No tiene que ser fácil enfrentarse a un papel en blanco para narrar tu propia historia, ni desnudar los sentimientos de un pasado lleno de luces de neón que acabaron convirtiéndose en oscuridad. No tiene que ser fácil lidiar en cada función, de nuevo, con esa voz que te ataba a la locura; ni volver a ser consciente de cómo, casi, este presente podría haberse desvanecido desde las alturas. No tiene que ser fácil… Y no lo es. Pero Javi Martín consigue hacernos creer que sí, con un texto que baila entre el bien y el mal, la risa y el llanto, el agua y el vino, Agapimú y Fly me to the Moon.
¿Cuántas veces hemos dicho que alguien está como una regadera, como las maracas, como un cencerro… sin plantearnos lo que hay detrás? Sin plantearnos que, tal vez, necesite ayuda; intentando alejarnos de esas dos palabras que dan tanto miedo: enfermedad mental.
Por eso, es tan necesario Lunático. Un monólogo que pretende concienciar y empatizar con todos esos Javis a los que, de un día para otro, un trastorno de bipolaridad les cambió la vida.
Afortunadamente, el amor, el humor (y el diagnóstico) que rodean al protagonista, le han hecho ganar la batalla. Y podía palparse en la emoción de los familiares y amigos que asistieron al estreno y que le esperaron en la puerta del Teatro Arlequín con una alfombra roja de aplausos, que ocupaba toda la acera. Un abrazo en forma de metáfora que hace que ser valiente, sin duda, haya merecido la pena.
