Madrid tiene la suerte de que, después de tres años de gira, #Malditos16 de Nando López regrese a sus escenarios y volver a enfrentarnos de nuevo al vértigo de la adolescencia, a su lado más oscuro y doloroso.
Tras ver la función, uno se marcha a casa pensando en ella, en ese cuarto cerrado de nuestra vida que muchos hemos dejado medio olvidado ¿involuntariamente? y que, gracias a esta función dirigida por Quino Falero, volvemos a permitir que sus puertas se entreabran para dejar pasar algo de luz. ¿Volvería a mis 16? Pues la verdad que no lo sé, creo que he querido borrar lo más traumático y me asusta escarbar ahí, pero quizá haya que hacerlo para saber comprender mejor quiénes somos y quiénes nos rodean; y, quizá lo más importante, tenerlo bien presente para utilizarlo como experiencia para quien lo pudiera necesitar…
La mirada de frente que ofrece #Malditos16 es terriblemente necesaria y nos recuerda que no hay que volver a lo de siempre, a las excusas como «Son cosas de la edad» para sacudirnos los problemas de los adolescentes, ya sea por miedo o por indiferencia. No somos conscientes que, sin quererlo, condenamos al silencio, cargamos de culpabilidad a quienes no se lo merecen, incluso manejamos involuntariamente sentencias de muerte.
¿Suena tremendista? Quizá, pero es que la adolescencia es así, se alimenta de eso, lo que pasa que ya no queremos acordarnos de ello y ahí es donde erramos fatídicamente. Y ahí es donde el trabajo de toda la compañía, con Nando y Quino a la cabeza de un reparto conformado por David Tortosa, Rocío Vidal, Guillermo de los Santos, Manuel Moya, Juan de Vera, Andrea Dueso y Paula Muñoz, adquiere su mayor importancia, dando un paso al frente con compromiso y valentía, implicándose en poner en pie esta función, instándonos a reflexionar y provocando que queramos saber ser un poquito mejores.
Hay que mirar un poco más a nuestro alrededor e intentar pararnos a observar, comprender y detectar; a leer en los ojos y dejar la pasividad del «todos hemos pasado por eso» y tratar de tender una mano de la forma que mejor sepamos. ¿A quién no le hizo falta alguien así alguna vez? Pues sepamos ser eso que alguna vez necesitamos.