“Ahora que el mundo se va a la mierda, el teatro es más necesario que nunca”. Es una de las frases que se escucha al principio de la obra, y bien es verdad que dice mucho de las intenciones del espectáculo y de las personas que lo hacen. Quizás no será teatro “normativo” el que veremos a lo largo de poco más de una hora, ni teatro pulido, ni nada que pueda ser valorado o comparado con otros montajes de la cartelera, pero sí es un ejercicio sincero que tiene más de militancia que de intención artística. Un ejercicio que tiene como base subir encima de un escenario una serie de realidades y temáticas a menudo poco representadas.
La propuesta surge de unos talleres de teatro y diversidad que se hicieron en Barcelona, Buenos Aires y Montevideo, con el apoyo de las comunidades trans de las tres ciudades y varias organizaciones de defensa de los derechos de las personas LGTBI. El resultado es, como acostumbra a pasar en estos casos, desigual y un poco disperso. Se habla de muchas cosas –el independentismo, las actitudes fascistas, la prostitución, el cáncer, la transexualidad y otras identidades sexuales- y cuando se quiere centrar en las historias de los protagonistas nos damos cuenta que falta recorrido y algo más de profundidad. Eso sí, todo lo que aparece da pie a reflexión, aunque a veces el espectador tenga que acabar de sacar algunas conclusiones por su cuenta.
Estamos ante un espectáculo que reúne un grupo variado de intérpretes auténticos. Entre ellos, Sergio Satanassa, uno de los fundadores del movimiento drag en Barcelona y una auténtica institución dentro del Gay Eixample de la ciudad. Quizás se podrán encontrar muchos defectos de forma, pero está claro que en este caso el fondo o las intenciones cuentan mucho más que el resultado artístico.
