Yo estoy encantado con la iniciativa del Teatro Galileo de acoger los martes obras de uno de nuestros más aclamados dramaturgos contemporáneos: José Sanchís Sinisterra, son los Martes Fronterizos, que toma el nombre del vivero de creación que el autor valenciano dirige. Así el Teatro Galileo acoge en su programación habitual las obras surgidas en el seno de este centro de creación.
Esta vez he tenido la ocasión de ver Últimos Golpes un precioso monólogo que, con una inmensa fragilidad y verdad, nos cuenta el momento en el que una mujer se levanta, dice NO y pone fin a los abusos, a la violencia y a la humillación que había tenido por normal en su casa. Es una historia inspiradora, superar el miedo y la humillación, volverse consciente y levantarse contra un piélago de adversidades, como diría el Bardo Inglés. Sanchís-Sinisterra de manera sencilla y sin pretensiones nos muestra el proceso por el que esta mujer, Mónica, convierte la humillación en fuerza y encierra el sufrimiento bajo llave en una buhardilla que jamás volverá a abrir.
Beatriz Grimaldos, la actriz que encarna a Mónica, es sin duda lo mejor de la producción. Con un lenguaje corporal perfecto transmite la fragilidad de un personaje que ha vivido un infierno, pero a la vez rezuma fuerza. Grimaldos es una actriz sensible y muy bien formada, para ella menos es más. No le hace falta ilustrar el inmenso dolor de Mónica para transmitirlo y que llegue al patio de butacas. Con momentos extraordinariamente bellos Grimaldos demuestra que es una actriz de diez. Se toma su tiempo para dominar el escenario, quizá a veces un poco de más, pero eso le lleva a tener presencia y realmente expresar lo que quiere desde una verdadera encarnación de su personaje.
Sobre la dirección conjunta de Sanchís Sinisterra y Fernando Calatrava hay que destacar el acierto de ambos al concentrar sus esfuerzos en hacer una cosa sencilla, cocinada a fuego lento, en la que la actriz y el texto son lo principal. La única pega que pondría es que en ocasiones la energía de la obra queda un poco monótona, me encantaría verla tocando las distintas notas de todo el arco del personaje. Con sutiles símbolos como el color de las ropas tiradas por el suelo de la habitación, los zapatos rojos (guiño al movimiento artístico de la mexicana Elina Chauvet contra el feminicidio) la escenografía es de una sencillez que potencia lo importante del texto y, a la vez, acompaña el proceso del personaje desde el desorden vital a la recuperación.
Feminista, comprometida e inspradora, esta obra del grande Sanchís Sinisterra es para verla.