¿Pero cómo se han inventado una obra sobre Mihura y encima me la ponen de algo actual y moderno? Me pregunto yo mientras llego a Matadero sin saber qué voy a ver, como tantas otras veces que entro al teatro.
La realidad es que no sé si es moderna o si es actual, pero sí sé que me interesa porque no habla sólo de la figura de Mihura, sino que la utiliza un poco de excusa para hablar del oficio de escribir, de la comedia y de otros temas que se cuelan en la vida de alguien que sin duda fue mucho más importante de lo que él mismo creía. Y eso, siempre que haya escritores y haya comedia (o sea, siempre), va a seguir siendo actual y universal.
La trayectoria de Mihura, sus subidas y bajadas, sus maneras de vivir los fracasos o los éxitos, los enamoramientos, las idas y venidas, se convierten de repente en atractivos para cualquier espectador, sepa o no de quién estamos hablando.
Adrián Perea escribe un divertido y muy entretenido texto (dos horas volando) que Beatriz Jaén dirige con gran soltura y, con grandes protagonistas como David Castillo o Rulo Pardo, que están estupendos junto al resto del elenco, completan una obra mucho más que decente, mucho más que divertida, una obra emocionante y que no deja de impresionarme que salga de mentes tan jóvenes. No porque no puedan los jóvenes tener talento -está claro que lo tienen- sino porque en mi cabeza se tarda un poco más en llegar a este nivel de madurez creativa, si se puede llamar así. A este nivel de intuición, de saber dónde están las teclas importantes e interesantes para ponerlas en escena sin liarte por el camino con otras cosas que no lo son tanto. Para enfocar donde importa, básicamente.
Mi enhorabuena a todo el equipo. Estoy segura de que nos queda mucho tiempo disfrutándolos, juntos o separados.