Antes de nada quiero confesar: Pan y Toros es la primera zarzuela completa que veo en una sala de teatro. No es un género que me guste especialmente, pero no podía decir que no a semejante oportunidad: la obra vuelve al Teatro de la Zarzuela después de 21 años (aquí mismo se estrenó por primera vez en 1864) y, además, lo hace con la dirección escénica de Juan Echanove. Todo un caramelito.
He quedado realmente impresionada por el gran trabajo de Echanove que, junto con Álvaro Luna (responsable de toda la parte de videoescena), han conseguido actualizar completamente la obra, manteniendo intacto, a la vez, su espíritu original. La temática ayuda, claro. Hablar de Pan y Toros es hablar del «pan y circo» al que estamos tan acostumbrados, un tema que no pasa de moda y que aquí queda ejemplificado estupendamente.
La presencia de Goya es constante en las más de dos horas y media que dura el espectáculo, a través no solo del actor que lo encarna, también del cuerpo de baile, de las imágenes que se proyectan e incluso, una de las cosas que más me impresionaron, a través de la puesta en escena, con momentos que podría haber inmortalizado el mismísimo pintor. Se trata, sin duda, de una gran adaptación.