Pepping, Tom y otros monstruos del montón

Peeping Tom: Kind

Peeping Tom: Kind
06/02/2020

Peeping Tom, bajo la dirección de Gabriela Carrizo y Franck Chartier, explora los miedos y deseos de la infancia a Kind, la tercera pieza de la trilogía sobre la familia. Es el primer espectáculo que veo de la compañía belga y puedo corroborar lo que me habían avanzado: suponen un antes y un después en tu percepción de la danza. Hay que ver qué granizada tienen estos artistas dentro de la cabeza! Peeping, en inglés, significa mirar a escondidas … nada más adecuado. En este montaje te sientes partícipe voyeur de un viaje por paisajes oníricos, donde la guía turística es una trastornada niña mezzosoprano con tintes del Resplandor, Twin Peaks y La Hora Chanante. En escena unos intérpretes multirraciales e intergeneracionales hacen verosímiles decenas de personajes chalados, gracias a un dominio excelente y extremo del cuerpo. La puesta en escena cuidada y generosa te arrastra hacia su catálogo de sueños inquietantes: un universo oscuro y perturbando, lleno de criaturas extrañas y sin sentidos. Los cuerpos dan forma a ciervos, orugas gigantes y en besos eternos (preciosa la danza del flirteo, con dos bailarines unidos por un beso inseparable). El miedo y la violencia tienen una presencia omnipresente hasta el punto de coreografiar una danza a tiros. ¡Baila para mí!, que gritaban los vaqueros en las películas del Oeste, pero con la frialdad de ver que quien baila no es otro cowboy al que disparan a los pies, sino el cadáver de una turista que ha sido asesinada sin motius.

Peeping Tom nos regala una experiencia sensorial que vuela mucho más allá de la danza. Es un viaje, no apto para todos, como todos los viajes, hasta los márgenes más originales, estéticos y creativos de las peores pesadillas. Ay, qué viaje!

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