Éxito, fracaso, ambición, obsesión e incluso adicción a la victoria. Todo eso es lo que nos plantea Qui amiserint (los perdedores) en un espectáculo sencillo y potente que implica al público como espectador activo y parte de la historia. Dos ciclistas que se enfrentan a lo largo de sus respectivas y meteóricas carreras y que están dispuestos a todo lo que sea necesario con tal de continuar su ascenso hacia la cima. Dejan atrás seres queridos y relaciones personales, pedalean impulsados por drogas aunque la adicción no es al EPO sino a la victoria. Como en una etapa de montaña del Tour de Francia, presenciamos el ascenso y el descenso del Alemán y el Americano, trasuntos de ciclistas reales protagonistas de los grandes escándalos del dopaje en esta disciplina.
Bajo la dirección de Patricia Peñalver, que es también una de las intérpretes, asistimos a una puesta en escena llena de fuerza y con momentos de gran sensibilidad. El narrador pone a la historia un toque de humor sarcástico y los aplausos del público, que supuestamente deberían decidir quién merece más la victoria, empiezan a tener un sonido agridulce cuando nos hace entender que los resultados dependen en realidad de quién tiene firmado su pacto con el diablo.
Por último, merece la pena destacar ese sonido que acompaña siempre de fondo: el pedaleo constante de uno de los actores que, sin una sola línea de diálogo, recuerda en todo momento que, tras el brillo de las grandes estrellas que triunfan a costa de todo, otros muchos trabajan en silencio y sin cesar para terminar cada etapa sencillamente a base de su propio esfuerzo.