Hay artistas que viven en la búsqueda, que rascan la realidad y hurgan en los sentimientos, en los recuerdos y en las dimensiones. Hay artistas como Javier Lara que hablan como y de lo que quieren. Hay artistas como Javier Lara que hablan desde sitios diversos, que plantean preguntas y dudas, que mezclan, que descolocan, que recurren, que acorralan y que te sirven una ensalada con ingredientes envenenados y aromas a Joyce.
El periplo de Antonio Carlos no es de veinticuatro horas por las calles de Dublín. Es de unos años por las calles de Londres, por su casa, por sus recovecos sentimentales, por sus fantasmas, por sus ángeles, por sus miedos y por sus samaritanos seguramente salidos, como nos pasa a todos, de su pasado en B.
Javier Lara, Lara, Javi, el Lara escribe, reescribe, inventa, reinventa, mezcla, bate, ajusta cuentas, paga deudas, navega, desgarra un texto que casi podría ser una cosmogonía. Brillante hasta en las acotaciones, en el empleo de la música como elemento que dialoga con los personajes y con el espectador, otro personaje más de esta ouija que es «Scratch».
Es difícil encontrar palabras para definir un milagro. Y es inútil intentar describir las sensaciones que te produce un vómito, un ajuste de cuentas fraternal, el abrazo ausente del hermano lejano y abandonado. Siempre es mejor vivir el teatro que leer lo que los demás te cuentan. En este caso, dejad de leer y pillad entradas YA para sumergiros en el mundo de los afectos no dichos de «Scratch».
Y si alguien sigue empeñado en leer, que PINCHE AQUÍ y leerá lo que escribí en su día, cuando vi por primera vez «Scratch», en mi blog DESDEELPATIO.