Sed: Apetito o deseo ardiente de algo. Así encontramos la definición en el diccionario y así, sin distracciones, disfraces ni monsergas se nos presenta el personaje masculino de esta pareja. Una sed que devora y atormenta porque él es consciente hacia qué abismo puede ser arrastrado si se deja llevar y no quiere. Alejandro Brutón, autor de este texto, nos habla de pedofilia y de cómo este hombre decide coger el toro por los cuernos y enfrentarse a su propio infierno, pero en realidad esta historia va mucho más allá. Toda la obra es una mirada sin pudor al mundo de la pareja y cómo ésta es capaz de gestionar su propia inmundicia. Ya en su anterior texto, “Vecinos”, se percibía esta atracción por ejercer de voyeur que se pasea por la cara oculta de la luna. Sin embargo, en esta ocasión, ni se percibe, ni se sugiere, ni siquiera se molesta en velar la realidad, qué va, directamente mete la mano hasta el fondo de las entrañas del problema y nos lo estampa en la cara. Y se nota en el público, que se remueve inquieto, resoplando, apabullado al sentirse testigo de una verdad que escuece. Continuar leyendo en TRAGYCOM
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