Caryl Churchill, autora inglesa contemporánea injustamente poco conocida en nuestro país será, a partir de ahora un referente.
En esta obra, Churchill plantea una situación apocalíptica que no es más que la descripción de una realidad catastrófica a la que asistimos de manera imperturbable desde la comodidad y la lejanía sin querer saber, ni juzgar ni participar. Ante noticias espantosas como la destrucción del planeta, guerras, crímenes, abusos, injusticias…. continuamos tomando el té.
Es la bofetada del contraste la que provoca y transforma, es el gran sentido del teatro que mueve, conmueve y te obliga a pensar. Una vida cotidiana, una conversación habitual entre tres amigas de edad madura se ve interrumpida por la descripción de los peores desastres que están sucediendo a su alrededor. La señora Jarrett (Imma Colomer) entra en escena recordando con las peores descripciones posibles la alteración del orden natural de las cosas que sucederá si no intervenimos mientras las otras tres mujeres hablan, parlotean, se interrumpen, se interpelan, cambian de tema en conversaciones entrecortadas que demuestran la maestría de la interpretación y de la dirección. Sin embargo, cada una de ellas lleva su pequeño o gran drama personal que las otras conocen bien y comparten. Los dos planos, el apocalíptico y el de las tres mujeres se superponen, se imbrican, se influyen mutuamente y complementan.
Y ellas son Muntsa Alcañiz, Lurdes Barba, Imma Colomer y Vicky Peña que llevan encima muchos años de escena y una exitosa carrera profesional. Ellas también cantan a capela (Volare) y bailan (Waterloo) en unos momentos en los que la tensión sería difícil de soportar. Y todo esto sucede en medio de una escenografía es impactante que únicamente muestra cuatro sillas sobre un escenario vacío, cuatro tazas de té, un jardín vertical que en un momento determinado se ilumina por detrás como si explotara con el grito de rabia de las 4 mujeres. La guinda del pastel es la música original de Clara Peya, inquietante como toda la obra.
Y no es baladí que Magda Puyo haya escogido una mujer como autora de una obra que presenta cuatro personajes femeninos, haya elegido a una compositora intérprete y que ella, con esta obra y después de Stabat Mater se consagre como una gran directora