…o para los siete, o los ocho, o los que quieras poner en juego.
Porque una cosa es el teatro y otra son las experiencias teatrales, escénicas, sensoriales, vitales.
Teatro es eso que pasa cuando te comprometes con lo que ves, cuando te entregas, te dejas hacer y dejas que la cosa te vaya atravesando sin oponer resistencia. Y Grumelot hacen TEATRO del que se escribe con mayúsculas.
Sí, vale, yo también he visto varios espectáculos de PunchDrunk. ¿Y qué? Lo primero; no todo el teatro inmersivo es deudor de nadie. Y segundo, quizá ni siquiera «Tiestes» tenga nada que ver con la compañía británica, quizá «Tiestes» nazca de la necesidad de contar de una forma determinada. De esta forma. Y quizá ahí coincida con la forma de contar de Felix Barrett. Me la pela. ¡Vivan los géneros!
Grumelot son grandes, son arriesgados, son valientes, tiene los sentidos a flor de piel y saben ver, oler, percibir capas de comunicación que el resto de los mortales sólo podemos admirar. Alguien capaz de hacer «Pelín the victim», «Mi pasado en B», «Los brillantes empeños» o «Un cine arde…» no puede ser de este mundo. O no puede ver este mundo como los demás. En eso consiste el genio.
«Tiestes» es una puta burrada. Es una exageración, una salvajada, un globazo, una paja a tres manos, una borrachera creativa descomunal y desmesurada. Como dice Carlota Gaviño, «se debe ver como una exposición y se debe escuchar como un concierto». Y así es, porque música y estímulos sensoriales van pegados de la mano y van llevándote al submundo irreal y bestia de estos hermanos, Tiestes y Atreo, o mejor dicho, de Juan Ceacero y José Juan Rodríguez quienes junto a Lluna Issa Casterá forman este triángulo diabólico, caníbal y destructivo.
El espectáculo es duro, bestia y exige que te sitúes como espectador en un lugar incómodo, el de visitante voyeur de esta bacanal de sexo, alcohol, sangre, venganza y crueldad. Y de lo que tú, espectador, decidas arriesgar dependerá tu experiencia.
Los tres actores son absolutamente descomunales. Su entrega es ilimitada y su compromiso con lo que hacen ejemplar. Música, iluminación, audiovisuales, movimiento escénico, coreografías, ambientación, TODO es PERFECTO y desmedido. Bravo para todos, creadores, director, pensadores, músicos, iluminadores, y sobre todo BRAVO Íñigo Rodriguez Claro por dirigir esta obra maestra y a los tres actorazos por demostrar qué significa necesitar ser actor.
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