Cuando la comunicación falla, se desmorona todo lo demás. Estamos armados de grupos sociales, de la innata necesidad de formar parte de algo que complemente nuestra individualidad. ¿Cómo abarcar esto con una obra de teatro? El texto de Nina Raine y la dirección de Julián Fuentes Reta lo consiguen, con una matrícula de honor, aunando en las dos horas de representación de Tribus, -producida por el Centro Dramático Nacional-, humor, profundidad y análisis de su dramaturgia, interpretaciones geniales que completan esos croquis personales con una compleja radiografía familiar, y recursos escénicos que te tienen capturado desde el primer minuto hasta los aplausos. Huyendo de la simplicidad, la obra nos destapa cómo no es el recurso del lenguaje el que nos quiere, nos amasa, nos conecta con el otro, sino la intención genuina de querer hacerlo, de salirnos de nuestro ser para llegar a un otro que nos hace entrar en un círculo, una tribu, que nos convierte en seres humanos. El Valle-Inclán nunca defrauda, pero a veces consigue proyectos tan espectaculares que nos reactiva esa devoción absoluta y necesaria que solo nos regala el buen teatro.
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