Éstas no son las Troyanas de Eurípides en puridad; estas troyanas son otras mujeres bañadas en el aliento poético de Alberto Conejero, seres asexuados e intemporales en su dignidad trascendente. Carme Portaceli se atreve con un toro bravo en la fiera ganadería escénica y sabe arrancar los pases más bellos a una cuadrilla de composición diversa. Con actuaciones irregulares, Mérida presenció sus primeros balbuceos y tras el crecimiento y maduración, la obra se ha asentado en la rotundidad del mensaje y en la técnica de su reparto. Ernesto Alterio y Maggie Civantos, desiguales, no ensombrecen el peso de un texto bien construido, sentidamente defendido por las demás actrices. Aplaudimos la vibrante dicción de la cada vez mayor Aitana Sánchez-Gijón y la senda discreta y personal de una excelente Alba Flores. Se nota la batuta suave y firme de otra mujer, Carme Portaceli, capaz de armonizar voces tan distintas en una partitura coherente y convincente.
Respecto a la escenografía, pesa mucho esa “T” troyana doblegada pero no vencida. Presente y dominante en todo el desarrollo dramático, obstaculiza y resta valor a la dimensión universal del mensaje de estos seres inmersos en el silencio de la muerte y la tristeza ante un futuro escrito con la sangre de un pasado aún vigente. Continuar leyendo en …. TRAGYCOM.
Un grito eterno de supervivencia.
Troyanas
15/11/2017