Cuando a Álex Rigola le encargaron escribir una obra sobre la muerte, el resultado podía dar lugar a cualquier cosa. Optó sin embargo por una propuesta de teatro documental rescatada en este Festival de Otoño en el Teatro Abadía, y apoyada en pantalla con términos clave que iban hilando una conversación reproducida entre un padre, el catedrático de economía Josep Pujol enfermo terminal de cáncer, amigo de Rigola, y su hija, Alba Pujol. El resultado, un escenario liviano, una pantalla que hace las veces del director en esa misma conversación y un discurso que rescata enseñanzas acumuladas durante toda una vida. Con ese telón de fondo de dejarnos ir cuando ha llegado el momento para asegurar «una buena herencia» a aquellos que dejamos, me quedo con la valentía muy bien tratada de trasladar un tema tabú, Pep Cruz con su voz ruda y tentadora, y con una fina película de humor que debe impregnar a todo, incluso, si hablas de cómo quieres que sea tu funeral. No podemos olvidarnos: La muerte es la ausencia de cambio. Y la vida es eso, solo cambio. En el momento en el que hayamos perdido la fe en algo mejor o el miedo a la incertidumbre, le habremos perdido el respeto a la vida seguramente porque estaremos muertos.
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