¡Viva la Pepa! es un monólogo adridulce contado sin pelos en la lengua y con un tono mordaz.
Pepa Rus es la encargada de ser la narradora y protagonista de una historia que es como la vida misma.
Me ha llamado la atención que sea Melilla la ciudad elegida para el desarrollo de la trama, y aunque al principio no entendí el motivo, pero conforme iba avanzando la trama el espectador encontrará el porqué.
El personaje de Pepa va hacia delante y hacia detrás en el tiempo para dejar al espectador en un punto exacto de la historia y lo hace intencionadamente, puesto que para llegar a ese momento la protagonista debe pasar por muchas aventuras y desventuras.
Pepa Rus derrocha naturalidad y se la nota muy cómoda en su papel por no hablar que cuando tiene que ponerse seria o dar otro tipo de discurso, un poco más serio lo hace sin pestañear, aunque esa transición del humor a la seriedad me pillo de sorpresa y en algunas ocasiones tuve que resetear mi cerebro y volver a introducirme en la obra.
Un discurso poderoso el que se entremezcla entre tanta sonrisa y me volvió a pasar, ya que me reía de cosas serias.
Una obra de teatro en la que las personas más pequeñas son las más grandes.
Me encantan los textos que esconden verdades tristes y es que el teatro es un altavoz poderoso e único para dar voz a los que no pueden alzar su voz o no saben cómo hacerlo.
¡Viva la Pepa! somos todos y todas en algún momento de nuestra vida.