¿Es tan impresionante como dicen? Es la pregunta que siempre me hacen cuando preguntan por mi experiencia en WAH. Al principio, intentaba buscar una definición y huir de la palabra impresionante para no simplificar: no es un concierto al uso, no es un musical, no es representación teatral… es todo esto junto y mucho más… Es que WAH es… diferente, es… original, es… muy cañero y aunque ya te han contado que vas a ver algo fuera de lo común… acabas afirmando que es…
¡¡Impresionante!! Sí, es impresionante. Y no es por simplificar ¡¡Es que impresiona!! Es imposible no decir otra cosa. La puesta en escena, el vestuario, el ritmo frenético de actuaciones, el baile y combinación de instrumentos y estilos musicales, la propia música (ojo, volumen no apto para oídos sensibles) y, merece la pena destacar, las proyecciones audiovisuales que consiguen hacer de un pequeño escenario en un pabellón de IFEMA, una ventana abierta al mismísimo universo. Impresionante de verdad ¿Cómo en un escenario relativamente pequeño pueden suceder tantas cosas?
WAH es un homenaje majestuoso a la propia música sin olvidar ni un solo estilo musical: pop, rock, heavy, ópera, flamenco…
Aún así tengo que reconocer que me costó un poco entrar en el tema y en el concepto del espectáculo. Quizás por esa obsesión que tenemos los espectadores de querer “encasillar” o “etiquetar” lo que estamos viendo. No quise investigar demasiado sobre lo que me iba a encontrar, así que teniendo en cuenta que fui a la sesión matinal, a mi cuerpo y a mi mente les costó demasiado comprender que les había llevado de fiesta un domingo a la hora del aperitivo. Pero una vez superé esa barrera, empecé a disfrutar al 100 % de la experiencia. Por que sí, eso es, WAH es… una experiencia. Una experiencia impresionante.
¿Apta para todos los públicos? Tengo mis dudas. Su público es muy variopinto y en general, las reacciones son muy buenas, extraordinarias; el patio de butacas (y mesas) se convierte en una pista de baile improvisada en la que disfrutan espectadores de cualquier edad pero hay que tener en cuenta que WAH es un espectáculo diferente, muy cañero, muy libre y al que hay que llegar con ganas de fiesta. En cuanto al volumen de la música no me pareció mala idea la opción de algunas familias de llevar auriculares para los peques para mitigar el impacto. ¡Qué acertado es el slogan de “Dejar que los niños se acerquen a WAH” para las sesiones matinales! ¡Cómo disfrutan! ¡Alucinan! Y eso que seguramente no conocen ni la mitad de las canciones, aunque eso en WAH es lo de menos. Si te gusta la música, te gusta WAH y no te cuesta sumarte a ese grupo de “resistencia” que salvará la música para siempre.
Y ¿tú? ¿Para cuándo tienes previsto vivir la experiencia WAH? ¿Será tan impresionante como dicen?