No podemos negar que provoca cierta curiosidad venir a ver cómo Víctor Elías, actor con el que muchos crecimos por ser Guille en los Serrano, te cuenta su vida. Pero arranca la obra y ya me estoy haciendo preguntas: ¿Qué nos trae hasta aquí? ¿Por qué queremos saber lo más posible sobre “los famosos”? ¿Por qué no los dejamos en paz? Supongo que hay algo en el “convivir” con ellos en las distintas pantallas que hace que nos creamos que son parte de nuestras vidas. Y en cierto modo, creo que lo bonito es que lo son de verdad.
Víctor ha decidido relatarnos su vida, sus subidas y bajadas, mucho más allá de lo que ya sabíamos de él, Víctor -aunque algunos ya estábamos absolutamente convencidos- es mucho más que Guille, es mucho más que actor y sobre todo es un valiente. No por lo que haya vivido, que también, sino por ser capaz de poner su proceso terapéutico en un escenario, verbalizarlo, ponerle nombres y apellidos claros y concretos, ponerle música y luces, un poquito de comedia y regalárselo al mundo. Para que nos identifiquemos, para que sepamos más de él, para que lo vivamos con él, lo veamos sin filtros, para que nos emocionemos y nos riamos, pero seguramente sobre todo también para terminar de sanar. Perdonar y aceptar, qué difícil. Qué bonito hacerlo en público.
Una de las maravillas de esta obra es que se ve que, aunque por momentos podía parecerlo, nunca jamás estuvo solo. Y ahora tampoco. Víctor se rodea de un equipo talentoso para hacer este ejercicio de honestidad consigo mismo y con la gente. Javier Márquez lo acompaña muy bien en el escenario, Pablo Díaz Morillo escribe y Fran Perea dirige.
Sólo me quedan dos cosas por decir: la primera, que me emociona ver en directo un caso más de cómo la música puede salvarte, cómo la música, para tantos, es la única constante, la única convicción, la única certeza a pesar de todo. Y la segunda, que menos mal que siguen existiendo personas como este equipo, que no entienden otra forma de arte que no sea ir con todo. Hablar de lo importante y no de lo urgente. Parar un ratito, sentarte en el piano, y recordar dónde está tu lugar.
