Bailar en la oscuridad de Fernando Soto, trae la versión teatral de la película de Lars Von Trier, Dancer in the dark, considerada como un referente en la cinematografía contemporánea, que presenta unos contenidos poderosamente humanos y actuales: la abolición de la pena de muerte, la sociedad capitalista y la consiguiente obsesión por lo material, el concepto de inmigración, la disolución de fronteras y por encima de todos, la fraternidad, el perdón, el amor y la bondad sin condiciones.
Sinopsis
Bailar en la oscuridad propone unos contenidos poderosamente humanos y actuales: la abolición de la pena de muerte, la sociedad capitalista y la consiguiente obsesión por lo material, el concepto de inmigración, la disolución de fronteras y por encima de todos, como director, algo que me interesa poner frente al espectador: la fraternidad, el perdón, el amor y la bondad sin condiciones.
La intención en la puesta en escena es centrarse en esos dos mundos por los que transita nuestra protagonista. Un mundo que es la vida, la que toca vivir, la que sigue su curso y parece que la cara que muestra es de fatalidad, de sino trágico. Y, por otra parte, está la huida a otro mundo, a un mundo donde los sonidos de la vida se transforman en música, donde podemos ser protagonistas de nuestro propio musical y que parece ser nuestra única salida espiritual.
La lucha entre estos dos mundos, el soñar utópicamente en que algo más bello es posible, el intentar que asome la poesía entre tanto dolor, buscar la belleza en la tragedia y viceversa es el camino a seguir en esta versión teatral de un material tan complejo como hermoso. Al igual que nuestra protagonista Selma, aunque sepamos que este mundo que está en marcha es difícil cambiarlo y que cuando despertemos del sueño es muy probable que todo siga su curso, tenemos la necesidad y me atrevo a decir la obligación como seres humanos de crear otros mundos en el escenario, otros mundos donde el teatro, la danza, donde las canciones y la música nos permitan decir en voz muy alta aquello que la sociedad de usar y tirar que hemos creado nos prohíbe. Aunque nos duela, aunque suframos… Bailemos en la oscuridad.”
Bailar en la oscuridad propone unos contenidos poderosamente humanos y actuales: la abolición de la pena de muerte, la sociedad capitalista y la consiguiente obsesión por lo material, el concepto de inmigración, la disolución de fronteras y por encima de todos, como director, algo que me interesa poner frente al espectador: la fraternidad, el perdón, el amor y la bondad sin condiciones.
La intención en la puesta en escena es centrarse en esos dos mundos por los que transita nuestra protagonista. Un mundo que es la vida, la que toca vivir, la que sigue su curso y parece que la cara que muestra es de fatalidad, de sino trágico. Y, por otra parte, está la huida a otro mundo, a un mundo donde los sonidos de la vida se transforman en música, donde podemos ser protagonistas de nuestro propio musical y que parece ser nuestra única salida espiritual.
La lucha entre estos dos mundos, el soñar utópicamente en que algo más bello es posible, el intentar que asome la poesía entre tanto dolor, buscar la belleza en la tragedia y viceversa es el camino a seguir en esta versión teatral de un material tan complejo como hermoso. Al igual que nuestra protagonista Selma, aunque sepamos que este mundo que está en marcha es difícil cambiarlo y que cuando despertemos del sueño es muy probable que todo siga su curso, tenemos la necesidad y me atrevo a decir la obligación como seres humanos de crear otros mundos en el escenario, otros mundos donde el teatro, la danza, donde las canciones y la música nos permitan decir en voz muy alta aquello que la sociedad de usar y tirar que hemos creado nos prohíbe. Aunque nos duela, aunque suframos… Bailemos en la oscuridad.”
- Laura