En Gloria estamos. Leer a Gloria Fuertes es habitar su nombre, estar en la gloria, querer ser ella. Su poesía es un planeta al que no viajas, porque él llega primero y te conquista. Y lo hace sin más armas que el vértigo de asomarse a su ventana y querer desde entonces beberse los árboles y las aceras. En la Sala Mirador.
Sinopsis
El día que empiezas a sentirte colonizado por su Gloria, te das cuenta de que empiezas a ser más joven y más viejo al mismo tiempo, que te haces niño y abuelo a la vez, que has empezado a rozar con los dedos la sabia inocencia que poseen los que nunca abandonan la niñez, porque saben que allí está lo mejor de la vida, y han decidido hacerse viejos jugando a vivirse, mientras caminan sobre el alambre y las cornisas.
Sus versos son una delicada y honda transfusión que nos permite volver a levantarnos, después de habernos desollado las rodillas por perseguir las mariposas que nos salían de la cabeza.
Por eso, a todo aquel que quiero (y al que no quiero también), le deseo que en Gloria esté.



