La exclusión es el nuevo espectáculo de El Niño de Elche. Un montaje que habla del hurto que se nos hace de espacios de pensamiento y reflexión sobre lo animal y lo humano, los cuerpos y sus problemáticas, las identidades o la muerte y la nada.

Sinopsis

El ubicuo Niño de Elche toma la iniciativa en esta ocasión para liderar una propuesta escénica donde se reúnen disciplinas y lenguajes diversos, borrando fronteras formales como sólo él nos tiene acostumbrados. Esta operación tan artísticamente inclusiva se llama, paradójicamente, La exclusión. Y La exclusión busca un camino que transite por los límites de la modernidad, de una modernidad cuestionada desde una posición ética y comprometida con la admisión de lo diferente, de lo desconocido, de lo otro, reflejo y denuncia de la Europa decadente del momento, donde los seres son cada vez menos ciudadanos y más clientes. Como el propio Niño de Elche cantaba en Europa muda de Exquirla, a través de los versos de Enrique Falcón, “no sobran ni dos balas de tiempo en vomitar tu nombre, Europa”.

La iniciativa (que parte de un disco también titulado La exclusión) está pensada y escrita sobre las bases irrenunciables de la dignidad humana, amenazada por el mal uso de la técnica y por el creciente nihilismo instigado por un sistema que vive de su huida hacia delante. Lo primero que encuentra el público es una película del cineasta Lois Patiño, basada en una gran imagen oscura, con un tempo lento, contemplativo, que borra las coordenadas espaciales porque se quiere impedir la fácil identificación del espacio. Un marco acariciado por sonidos que solo seremos capaces de reconocer como salvajes. Niño de Elche penetra vocal y espacialmente después la pieza Morgue, de Mireia Donat. Acompañado de zambombas y otros instrumentos construidos con pieles de animales junto a quijadas de burro y coros de asnos (los músicos son el maestro Raúl Cantizano, Andrés Rodrígues y Pepe Benítez), se canta la imposibilidad entre lo humano y lo animal. Cuentos de Borges, textos de T. S. Elliot, un Stabat Mater de Penderecki interpretado por el grupo vocal Dzast Ahotsak, que más tarde ataca una composición del asesino y melancólico compositor renacentista Carlo Gesualdo, la crucifixión del retablo de Isenheim del pintor Matthis Grünewald…

Duración:
Sinopsis

El ubicuo Niño de Elche toma la iniciativa en esta ocasión para liderar una propuesta escénica donde se reúnen disciplinas y lenguajes diversos, borrando fronteras formales como sólo él nos tiene acostumbrados. Esta operación tan artísticamente inclusiva se llama, paradójicamente, La exclusión. Y La exclusión busca un camino que transite por los límites de la modernidad, de una modernidad cuestionada desde una posición ética y comprometida con la admisión de lo diferente, de lo desconocido, de lo otro, reflejo y denuncia de la Europa decadente del momento, donde los seres son cada vez menos ciudadanos y más clientes. Como el propio Niño de Elche cantaba en Europa muda de Exquirla, a través de los versos de Enrique Falcón, “no sobran ni dos balas de tiempo en vomitar tu nombre, Europa”.

La iniciativa (que parte de un disco también titulado La exclusión) está pensada y escrita sobre las bases irrenunciables de la dignidad humana, amenazada por el mal uso de la técnica y por el creciente nihilismo instigado por un sistema que vive de su huida hacia delante. Lo primero que encuentra el público es una película del cineasta Lois Patiño, basada en una gran imagen oscura, con un tempo lento, contemplativo, que borra las coordenadas espaciales porque se quiere impedir la fácil identificación del espacio. Un marco acariciado por sonidos que solo seremos capaces de reconocer como salvajes. Niño de Elche penetra vocal y espacialmente después la pieza Morgue, de Mireia Donat. Acompañado de zambombas y otros instrumentos construidos con pieles de animales junto a quijadas de burro y coros de asnos (los músicos son el maestro Raúl Cantizano, Andrés Rodrígues y Pepe Benítez), se canta la imposibilidad entre lo humano y lo animal. Cuentos de Borges, textos de T. S. Elliot, un Stabat Mater de Penderecki interpretado por el grupo vocal Dzast Ahotsak, que más tarde ataca una composición del asesino y melancólico compositor renacentista Carlo Gesualdo, la crucifixión del retablo de Isenheim del pintor Matthis Grünewald…

Ficha artística
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