La lluvia amarilla es un espectáculo dirigido y adaptado por Jesús Arbués a partir de la novela homónima de Julio Llamazares.

Sinopsis

“Los días eran largos, perezosos, y la tristeza y el silencio se abatían como aludes sobre Ainielle. Yo pasaba las horas vagando por las casas, recorría las cuadras y las habitaciones y, a veces, cuando el anochecer se prolongaba mansamente entre los árboles, encendía una hoguera con tablas y papeles y me sentaba en un portal a conversar con los fantasmas de sus antiguos habitantes”. “Y ahora que la muerte ronda ya la puerta de este cuarto y el aire va tiñendo poco a poco mis ojos de amarillo, incluso me consuela pensar que están ahí, sentados junto al fuego, esperando el momento en que mi sombra se reúna para siempre con las suyas”.

En 1988 apareció la novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla y tras 17 años borrado del mapa, Ainielle se volvió a escribir en las cartas, esta vez en las cartas de los aficionados a la lectura. Julio Llamazares situó la trama de esta novela en este pueblo, y puso rostro a uno de los dramas más sobrecogedores que el territorio español ha sufrido desde la posguerra, la despoblación. Pueblos vacíos, casas en ruinas, tejados derrumbados, bancales conquistados por la maleza, cristales rotos, chimeneas apagadas… Este es el panorama de gran parte del interior de nuestro país. Igual que la maleza se come los muros de piedra de las casas, la ausencia de habitantes devora la memoria de los lugares. Por otro lado aparecen ciudades cada vez más pobladas, menos humanas… ciudades sin memoria. Rescatemos primero la memoria de esos pueblos que están a punto de borrarse de los mapas.

Sinopsis

“Los días eran largos, perezosos, y la tristeza y el silencio se abatían como aludes sobre Ainielle. Yo pasaba las horas vagando por las casas, recorría las cuadras y las habitaciones y, a veces, cuando el anochecer se prolongaba mansamente entre los árboles, encendía una hoguera con tablas y papeles y me sentaba en un portal a conversar con los fantasmas de sus antiguos habitantes”. “Y ahora que la muerte ronda ya la puerta de este cuarto y el aire va tiñendo poco a poco mis ojos de amarillo, incluso me consuela pensar que están ahí, sentados junto al fuego, esperando el momento en que mi sombra se reúna para siempre con las suyas”.

En 1988 apareció la novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla y tras 17 años borrado del mapa, Ainielle se volvió a escribir en las cartas, esta vez en las cartas de los aficionados a la lectura. Julio Llamazares situó la trama de esta novela en este pueblo, y puso rostro a uno de los dramas más sobrecogedores que el territorio español ha sufrido desde la posguerra, la despoblación. Pueblos vacíos, casas en ruinas, tejados derrumbados, bancales conquistados por la maleza, cristales rotos, chimeneas apagadas… Este es el panorama de gran parte del interior de nuestro país. Igual que la maleza se come los muros de piedra de las casas, la ausencia de habitantes devora la memoria de los lugares. Por otro lado aparecen ciudades cada vez más pobladas, menos humanas… ciudades sin memoria. Rescatemos primero la memoria de esos pueblos que están a punto de borrarse de los mapas.

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