Si Los Torreznos te convocan a una pieza que se llama El arte, como es el caso que nos ocupa, no hay dobleces ni reveses.
Sinopsis
Los Torreznos van a moverse y hablar, poco pero preciso, sobre el arte. Así ha ocurrido siempre con propuestas suyas de títulos inequívocos como La cultura, La economía, El desierto o El dinero, que han tenido gran alcance en la escena nacional e internacional. Se mueven en territorios complejos del arte como la performance, la acción o el arte conceptual, pero la simplicidad y la sencillez han guiado siempre su trabajo. Jaime Vallaure y Rafael Lamata formaron tándem en 2000, decidiendo llamarse simplemente Los Torreznos, un nombre culinario, festivo y muy común en los bares, que es en sí mismo toda una declaración de principios. Porque, según dicen, sus obras son asequibles y populares como los torreznos, agradables de comer como tapa pero que al mismo tiempo dejan un regusto en el paladar.
De manera expresa han querido huir siempre de las complejidades intelectuales y rebuscadas del arte conceptual, planteándose performances directas y sencillas, sobre esos temas cotidianos de los que se habla en la calle y que ellos abordan con sencillez y humor, aunque declaran enfáticamente que no son humoristas ni lo pretenden.
Advierten que El arte, que conecta desde luego con su propuesta. La cultura de hace más de una década, parte de su experiencia en estos terrenos resbaladizos de la performance, pero que de ninguna manera es una biografía de su paso por el arte. Lo que aspiran, como pretendía el grupo Fluxus en su día, es explorar la relación histórica del arte con la vida en el contexto de la sociedad actual. «Nuestras piezas en el ámbito performativo siempre han intentado desarrollar soluciones comunicativas que trabajan en relación a la vida cotidiana», declaran. «Nos parece fundamental que el arte contemporáneo no se reduzca a elementos crípticos que solo puedan ser comprendidos por personas cercanas a este territorio».