Mal Pelo: Double Infinite. The Bluebird Call

Mal Pelo: Double Infinite. The Bluebird Call

Double Infinite. The Bluebird Call, un dueto en el que los dos fundadores de Mal Pelo van a volver a bailar juntos y solos en escena después de mucho tiempo.

Obra sin sobretítulos.

Sinopsis

Sin duda, los propios Muñoz y Ramis hablan de este montaje como de uno de esos que han jalonado su larga trayectoria como puntos de inflexión, cuando ellos se han encontrado en escena para profundizar en lo descubierto y seguir en el camino del hallazgo de nuevos territorios en el lenguaje del cuerpo y en el pensamiento sobre un concepto muy particular de la dramaturgia. Así, Double Infinite es continuación lógica de Quarere (1989), L’animal a l’esquena (2001) y El quinto invierno (2015), una pieza que se suma a estas anteriores para afianzar más el edificio de su poética, desde la fragilidad, la sencillez y el amor por el oficio, que tres décadas y media después sigue planteando interrogantes.

“El proyecto -explican- contempla la necesidad de imaginar y perseguir realidades imposibles, de construir una ficción que evidencie la importancia de inventarse el futuro, de proyectarlo más allá de lo previsible. La búsqueda de alternativas a la realidad que nos rodea nace de la urgencia de disolver lo que percibimos como real, y de darse la posibilidad de rebelarse contra lo que parece inamovible, contra las estructuras que nos edifican como individuos y como sociedad. El cuerpo es una herramienta con la que podemos escribir y diseñar ficciones que nos cuestionen, que nos disloquen. El cuerpo y el movimiento contienen códigos internos que se alejan de ideas estructuradas y secuenciales. Hablamos de unos códigos infinitamente más desnudos, vertiginosos y reveladores de las pulsiones de nuestro hábitat, de nuestro mundo”.

La necesidad del cuerpo y la necesidad de imaginar otro futuro. Cuestiones candentes que nos empujan a citar a Merleau-Ponty (“el cuerpo es el centro del mundo de la experiencia”) y a recordar a Mark Fisher, que gritaba desde su elocuencia la urgencia de seguir buscando lo nuevo para que nuestra cultura subsista frente a la ruindad capitalista: “el capitalismo -escribió Fisher- es lo que queda en pie cuando las creencias colapsan en el nivel de la elaboración ritual o simbólica, dejando como resto solamente al consumidor-espectador que camina a tientas entre reliquias y ruinas”. También entre los referentes de partida para la generación de este espectáculo, que se ha estrenado en el Festival Grec de Barcelona este año, vuelven voces conocidas y cercanas a Mal Pelo, las del John Berger de La apariencia de las cosas y las del Erri de Luca de Tres caballos.

En un espacio casi desnudo, su mutabilidad se manifiesta a través de la iluminación, el sonido y los objetos en un trabajo minucioso sobre el detalle, la precisión del gesto, el ritmo y la intensidad del movimiento. Dos personas cercanas a los sesenta años se encuentran con la voluntad de preguntarse sobre lo que queda por imaginar y proponen un viaje sensitivo a través de sus dudas sobre cómo construimos nuestras vidas, nuestras relaciones y nuestro lugar. El tiempo en escena es manipulable, dúctil y anacrónico. El cuerpo y la palabra también.

Duración:
Idioma:
Castellano
Inglés
Sinopsis

Sin duda, los propios Muñoz y Ramis hablan de este montaje como de uno de esos que han jalonado su larga trayectoria como puntos de inflexión, cuando ellos se han encontrado en escena para profundizar en lo descubierto y seguir en el camino del hallazgo de nuevos territorios en el lenguaje del cuerpo y en el pensamiento sobre un concepto muy particular de la dramaturgia. Así, Double Infinite es continuación lógica de Quarere (1989), L’animal a l’esquena (2001) y El quinto invierno (2015), una pieza que se suma a estas anteriores para afianzar más el edificio de su poética, desde la fragilidad, la sencillez y el amor por el oficio, que tres décadas y media después sigue planteando interrogantes.

“El proyecto -explican- contempla la necesidad de imaginar y perseguir realidades imposibles, de construir una ficción que evidencie la importancia de inventarse el futuro, de proyectarlo más allá de lo previsible. La búsqueda de alternativas a la realidad que nos rodea nace de la urgencia de disolver lo que percibimos como real, y de darse la posibilidad de rebelarse contra lo que parece inamovible, contra las estructuras que nos edifican como individuos y como sociedad. El cuerpo es una herramienta con la que podemos escribir y diseñar ficciones que nos cuestionen, que nos disloquen. El cuerpo y el movimiento contienen códigos internos que se alejan de ideas estructuradas y secuenciales. Hablamos de unos códigos infinitamente más desnudos, vertiginosos y reveladores de las pulsiones de nuestro hábitat, de nuestro mundo”.

La necesidad del cuerpo y la necesidad de imaginar otro futuro. Cuestiones candentes que nos empujan a citar a Merleau-Ponty (“el cuerpo es el centro del mundo de la experiencia”) y a recordar a Mark Fisher, que gritaba desde su elocuencia la urgencia de seguir buscando lo nuevo para que nuestra cultura subsista frente a la ruindad capitalista: “el capitalismo -escribió Fisher- es lo que queda en pie cuando las creencias colapsan en el nivel de la elaboración ritual o simbólica, dejando como resto solamente al consumidor-espectador que camina a tientas entre reliquias y ruinas”. También entre los referentes de partida para la generación de este espectáculo, que se ha estrenado en el Festival Grec de Barcelona este año, vuelven voces conocidas y cercanas a Mal Pelo, las del John Berger de La apariencia de las cosas y las del Erri de Luca de Tres caballos.

En un espacio casi desnudo, su mutabilidad se manifiesta a través de la iluminación, el sonido y los objetos en un trabajo minucioso sobre el detalle, la precisión del gesto, el ritmo y la intensidad del movimiento. Dos personas cercanas a los sesenta años se encuentran con la voluntad de preguntarse sobre lo que queda por imaginar y proponen un viaje sensitivo a través de sus dudas sobre cómo construimos nuestras vidas, nuestras relaciones y nuestro lugar. El tiempo en escena es manipulable, dúctil y anacrónico. El cuerpo y la palabra también.

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