Roma es, ante todo una historia de amor dirigida por Olaya Pazos.
Sinopsis
Una historia de amor a la que hemos llegado demasiado tarde.
La historia de dos personas que un día, en un pasado remoto que aún podemos imaginar, se encontraron.
Dos personas a quienes el tiempo revolvió en su vórtice imparable para acabar arrumbando muy lejos uno del otro.
Pero en la misma casa.
Roma es la historia de un tabique levantado en mitad de una cama previamente compartida, del dolor que se cierne sobre una pareja que no sabe cómo ponerse a resguardo del desastre que está por llegar.
Ana y Marcos, en la búsqueda de una coartada, o al menos una explicación, recuerdan desde su derrota actual su tiempo en Roma, allí donde un día las cosas parecía que iban a ser diferentes, la ciudad donde aún para ellos todo podía suceder.
Roma es, por ello, un territorio mítico, el lugar que habita el pasado que no volverá, donde la felicidad campaba a sus anchas sin que fuera reclamada y la vida se dejaba hacer y sentir inundada de presente, lejanas aún las expectativas y frustraciones, los sueños y anhelos que trae consigo el paso del tiempo y la inefable mecánica de la rutina con su golpe cotidiano de realidad.
Pero la luz brillante de Roma ya ha comenzado a extinguirse, como una estrella lejana que vemos refulgir años después de haber muerto. Roma es el asidero que mantiene a Marcos aferrado a una fantasía que se desvanece y es también el peso del fracaso posado sobre la espalda de Ana, que se recuerda allí, en sus calles y plazas, en la feraz juventud que todo lo podía.
Pero ya no están en Roma. Están aquí, ahora. A las afueras de las afueras de Madrid.
En un piso que se empeña en ser impersonal, en un edificio apenas habitado, en un barrio que se niega a existir, en un mundo que se desmorona antes de ser edificado.
Ana y Marcos rodeados de solares, de urbanizaciones intramuros abandonadas a mitad de construcción con sus vigas maestras y sus pilares de cemento mutilados que apuntan al cielo y sus plantas aterradoramente vacías, la misma oquedad, quizás, que albergan sus corazones. Alguna farola sin tulipa, desnuda y yerma, que nunca se ha encendido. Marcas de pintura en el suelo, trazos de aceras, parques y rotondas que en su día fueron proyectadas, carteles oxidados que anuncian nuevas viviendas que nadie nunca habitó.
Ese es, ahora, su mundo.
Cada cierto tiempo, un coche atraviesa la radial e ilumina el camposanto espectral del progreso: las casas vacías, la biblioteca inacabada, el parque en el que ningún niño nunca jugó.
Allí, en tierra de nadie, Ana y Marcos viven su particular Guerra Fría,
su política de bloques, divididos en un mismo lugar, sometidos a la dictadura de un papel llamado hipoteca firmado en una sucursal bancaria que ya no existe, juntos y separados al mismo tiempo, desconocidos, extraños.
Tan lejos ya de Roma.