Timeloss es una nueva propuesta escénica de la creadora iraní Amir Reza Koohestani. Una obra sobre la abnegación que trata del pasado; no tanto de arrepentirse de él como de rechazarlo. No tanto del pasado, como de cómo se ve el pasado”.

Sinopsis

Amir Reza Koohestani nació en junio de 1978 en Shiraz, una ciudad del centro-sur de Irán, cuando su país estaba viviendo un cambio de rumbo radical, dejando atrás la monarquía autoritaria y pro-occidental del Sah y abriendo el futuro a la revolución islámica del Ayatolá Jomeini. Cuatro décadas después, Irán es ese país del que creemos saber lo que nos cuentan los telediarios teledirigidos que lo suelen situar en el eje del mal. Un artista iraní -nos gusta pensar a los occidentales- siempre se pone de frente ante esa realidad. Pero, ¿qué sabemos realmente del teatro iraní? Apenas nada. A Amir Reza le suelen preguntar: ¿es difícil trabajar en Irán? “La gente -cuenta él- lo pregunta de tal forma que la única respuesta posible parece ser: sí, es muy difícil. Esto los tranquiliza y les permite seguir pagando sus impuestos y votar en sus elecciones con la satisfacción del deber cumplido”.

Amir Reza entró a formar parte como dramaturgo y actor del Mehr Theatre Group, una de las compañías teatrales más prestigiosas de Irán, al poco de su fundación en 1996. En 2001 estrenó Dance on glasses con apenas 50 euros para la producción, lo que le obligó a usar dos mesas y dos sillas y la escasa iluminación que tenía el teatro. La obra estuvo de gira por todo el mundo durante 4 años y la imposibilidad de levantarse de los actores para no salir del foco de luz -puro impedimento técnico fruto de la precariedad- se acabó convirtiendo en marca de estilo y símbolo de un tiempo en el que, tanto en lo individual como en lo colectivo, la dificultad para el movimiento atravesaba las vidas en Oriente y en Occidente. Timeloss recoge aquella herencia, aunque el mundo es muy otro desde aquel lejano 2001. “Yo ya no soy aquel joven enojado -reconoce Reza-. Para estar enojado hay que tener fe en algo y la fuerza para luchar por ello. Admito que no tengo nada de eso. A los periodistas y críticos occidentales les gustaría que hablara sobre las ejecuciones o de la prohibición de la homosexualidad. Por otro lado, mi gente quisiera que mostrara una imagen diferente sobre Irán, que hablara de las alegrías presentando un rostro pacífico y agradable. Mi libertad no está tan limitada por la Oficina de Seguimiento y Evaluación (la censura iraní) como por estas expectativas. Timeloss es el fruto de este periodo de incertidumbre, una obra que no ofrece respuesta. Las respuestas y las soluciones las dejo a los políticos y los medios. Mi teatro sigue siendo el de la incapacidad de las personas para levantarse».

Duración:
Idioma:
Farsi
Sinopsis

Amir Reza Koohestani nació en junio de 1978 en Shiraz, una ciudad del centro-sur de Irán, cuando su país estaba viviendo un cambio de rumbo radical, dejando atrás la monarquía autoritaria y pro-occidental del Sah y abriendo el futuro a la revolución islámica del Ayatolá Jomeini. Cuatro décadas después, Irán es ese país del que creemos saber lo que nos cuentan los telediarios teledirigidos que lo suelen situar en el eje del mal. Un artista iraní -nos gusta pensar a los occidentales- siempre se pone de frente ante esa realidad. Pero, ¿qué sabemos realmente del teatro iraní? Apenas nada. A Amir Reza le suelen preguntar: ¿es difícil trabajar en Irán? “La gente -cuenta él- lo pregunta de tal forma que la única respuesta posible parece ser: sí, es muy difícil. Esto los tranquiliza y les permite seguir pagando sus impuestos y votar en sus elecciones con la satisfacción del deber cumplido”.

Amir Reza entró a formar parte como dramaturgo y actor del Mehr Theatre Group, una de las compañías teatrales más prestigiosas de Irán, al poco de su fundación en 1996. En 2001 estrenó Dance on glasses con apenas 50 euros para la producción, lo que le obligó a usar dos mesas y dos sillas y la escasa iluminación que tenía el teatro. La obra estuvo de gira por todo el mundo durante 4 años y la imposibilidad de levantarse de los actores para no salir del foco de luz -puro impedimento técnico fruto de la precariedad- se acabó convirtiendo en marca de estilo y símbolo de un tiempo en el que, tanto en lo individual como en lo colectivo, la dificultad para el movimiento atravesaba las vidas en Oriente y en Occidente. Timeloss recoge aquella herencia, aunque el mundo es muy otro desde aquel lejano 2001. “Yo ya no soy aquel joven enojado -reconoce Reza-. Para estar enojado hay que tener fe en algo y la fuerza para luchar por ello. Admito que no tengo nada de eso. A los periodistas y críticos occidentales les gustaría que hablara sobre las ejecuciones o de la prohibición de la homosexualidad. Por otro lado, mi gente quisiera que mostrara una imagen diferente sobre Irán, que hablara de las alegrías presentando un rostro pacífico y agradable. Mi libertad no está tan limitada por la Oficina de Seguimiento y Evaluación (la censura iraní) como por estas expectativas. Timeloss es el fruto de este periodo de incertidumbre, una obra que no ofrece respuesta. Las respuestas y las soluciones las dejo a los políticos y los medios. Mi teatro sigue siendo el de la incapacidad de las personas para levantarse».

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