Interesante propuesta de Nacho Redondo (como autor y director) con una obra de ritmo endiablado que da para pensar mucho y para plantearse cosas de uno mismo. Algo que no le convenció al autor de estas palabras es el juego de verbo real y oculto que llevan a cabo los actores. Es mas que aceptable la propuesta del autor, pero mal llevada a cabo por los actores. Era difícil identificar y separar las palabras que decían de verdad y las que solo pensaban. Hay mil recursos para dejar esto claro y diáfano al espectador, pero no lo supieron jugar. Quitando esto y alguna interpretación pasada de drama y poco creíble de alguna de las actrices mas jóvenes; es una obra mas que recomendable. El trabajo de Kino Gil y, sobre todo, Juanan Sáez, así como de Saray Casares es fantástico.
El tratamiento del espacio, el movimiento de actores, el ritmo, la dirección y el texto en si son varios de los factores positivos. Esta obra, sin duda, provocará un debate después de que la veáis. Teatro que mueve y remueve. Muy recomendable.