Creo que nunca había estado en una experiencia tan extravagante, tan extraña, tan distinta, pero a la vez tan fascinante frente al ordenador.
En un viaje a través de la memoria, de la cultura clásica, de la espera a un padre, a un héroe ¿o no?
Me ha gustado la experiencia y también la forma que Luis Sorolla tiene de narrar, de meternos en situación, de hacer que las personas más reticentes colaborasen, hablasen con él y reflexionasen, pero no de un modo aburrido o de una manera en la que desconectas, sino de una forma divertida y original.
Es verdad que el desconcierto inicial fue algo divertido de ver y percibir. Solamente Luis como Telémaco puede hablar, nosotros somos meros pretendientes de Penélope ¿o no?
Conforme pasan los minutos y la hora del espectáculo todos seguimos sin saber que decir, sin saber que hacer, pero la magia sucede después.
Esta obra no es una reflexión que cae en saco roto, no es un monologo que te deja frio como el hielo. No conocía a Luis Sorolla, pero ha sido un placer pasar una velada con él y con el resto de pretendientes o amigos, al final de todo.
Me he dado cuenta de que en estos momentos de virus, de momentos de soledad, de pérdida de interacción social, todos somos náufragos, todos somos Telémaco y todos nos unimos en esta espera y en un mismo espacio: el teatro.