Cuando vas a ver algo mítico, que pertenece a tu infancia pueden pasar dos cosas: o que te vuelva a transportar de alguna manera a aquel momento donde tu imaginación volaba la mar de feliz o que te decepcione. En el caso de Aladdín no hay duda: la magia vuelve para adentrarte en el color, el brillo y el ritmo de Agrabah.
El musical Aladdín brilla por todos lados, y no solo lo digo por la cantidad tan sumamente alucinante de cristales de Swarovski que lleva el vestuario, tiene muchos motivos que lo hacen brillar:
Un genio, David Comrie, con una energía que levanta al público desde que pisa el escenario, un artista de pies a cabeza y que es posiblemente el más querido entre peques y no tan peques, consiguiendo arrancar aplausos con cada número y sacar la energía hasta de debajo de las piedras (literal que el día que disfruté de la función tuvo un público dificilísimo y consiguió metérselos en el bolsillo).
Un elenco que hace que el espectáculo ruede como la seda, en los que para mí destaca, además de David Comrie, Jana Gómez como Jasmine, que viste el papel de una naturalidad y fuerza femenina muy bonita, además de cantar especialmente bien, con dulzura y garra a la vez. Pero solo por nombrar algunos, la verdad es que el conjunto de artistas funciona a las mil maravillas, y el ensamble hace también un gran trabajo.
Un brilli brilli con el que maravillarse, el vestuario es precioso, cuidado, tiene mil detalles, colores… es desde luego un elemento fundamental en crear la magia junto con parte de la escenografía, como por ejemplo la cueva del genio. Y los momentos WOW llenos de magia, ¡hay más de 80 efectos especiales durante el musical!
Canciones míticas, en las que quizás descubrirás una letra un poco diferente a la película de Disney, pero las melodías son tan reconocibles que te transportan rápido a tu niñez.
En definitiva, un musical que brilla gracias al trabajo y talento de todo el equipo.