Tres personajes; dos que hablan y uno que calla. La obra de Thomas Bernhard toma cuerpo a partir de una habitación en la versión dirigida, puesta en escena e iluminada por Krystian Lupa. Raída por el paso del tiempo, con restos de quemaduras, sucia en ciertos rincones.
El sonido de Roger Ábalos junto a los audiovisuales de Łukasz Twarkowski transportan la escena hacia el horror, hacia nosotros mismos.
Pep Cruz encarna al nacional-socialismo con mensaje populista, en ocasiones coherente, pero interpretado con una frialdad estremecedora. Como contrapunto, Marta Angelat da voz al socialismo, tullido aunque fuerte, en una sociedad que no encaja la crítica reflexionada. La nuestra. Sus silencios impenetrables y su mirada incómoda.
Mercè Aránega se camufla magistralmente en el escenario, como lo hace el espectador desde la butaca. Vivo reflejo de una sociedad anestesiada, sorda y muda que solo puede ver, oír y callar.
Porque tenemos mucho que callar y esconder, y no volver a repetir. Todos.