Mamma mia ha hecho mucho daño al musical. Su éxito ha hecho creer que es fácil conseguir un jukebox musical (los que recogen canciones ya muy conocidas de un artista) con una historia interesante, ritmo, personajes no demasiado planos, donde las canciones encajen de forma natural. Y no lo es. Es muy difícil lograr un libreto de calidad con las restricciones de canciones creadas de forma individual.
Bailo bailo se publicita como el musical de Raffaella Carrà, por lo que muchos espectadores creen que es un tributo, con “imitaciones”, recreaciones de lo que con tanto cariño recordamos, quieren cantar, dar palmas sin parar y no es eso. Es la adaptación musical de la película “Explota explota”, con las canciones al servicio de una trama no relacionada con la artista, que no es malo en absoluto. El problema es que no funciona. El libreto es disperso, previsible, y endeble. No ayuda que el ritmo sea lento, con personajes desdibujados, historias que no se rematan, segundo acto flojito y final precipitado. Cierto que el espectacular número final, diva total, levanta el vuelo de la propuesta.
La trama sigue a María, Lydia Fairén (La Familia Addams) que deja plantado a su novio, no sabemos muy bien por qué, y de vuelta a España conoce a una azafata muy graciosa, Pepa Lucas (Billy Elliot) a la que cuando canta se le va el acento (bueno, también pasaba en Company) y a un hombre del que se prenda, Gonzalo Ramos (Castelvines y Monteses)) con un secreto. María quiere triunfar en la tele de los 70, la de las canciones de Carrà, la apertura y la omnipresente censura …que choca con su ansia de libertad y determinación.
El cuerpo de danza y el vestuario, lleno de colores, recuerdan los programas de tv donde salía RC, aunque, hablo de sensaciones, aquellas coreografías no han conseguido ser aquí “replicadas” aunque tienen mucha fuerza y presencia que aportan vida al montaje.
A nivel interpretativo, poco pueden hacer; ni la talentosísima Fayrén puede pese a sus ganas, dar vida a la protagonista (icónico gesto de melena incluido) y se agradece la siempre estimulante presencia de Natalia Millán (Los chicos del coro) como diva superviviente de tiempos más oscuros.
Lo menos mejor: poca presencia del torbellino, energía, pasión, alegría contagiosa de Carrà, una adelantada que rompía sociedades grises.
Lo mejor: suenan canciones de Raffaella Carrà.