La Compañía de Teatro Íntimo se atreve con un montaje que deshilvana una historia del pasado que vive en la mente de cualquier lector o lectora de teatro. Con Bernarda y Poncia (silencio, nadie diga nada), sorprende dando una posible luz a los oscuros secretos que guarda esta famosa matriarca y su estirpe y lo hace de forma cautelosa a la par que convincente.
Esta obra se distancia de La casa de Bernarda Alba en 8 años, pero sigue teniendo el mismo embrujo que dejó Lorca por escrito. Las pausas, esos silencios en los que sigue habiendo relato y los diálogos brillantes nos indican que la esencia de la obra primigenia sigue estando presente.
Es bastante destacable la labor encomiable que hacen Pilar Ávila y Pilar Civera, actrices que echan un pulso escénico en el que gana el buen hacer en común y la fiereza de sus interpretaciones, entendida como maestría sobre el escenario. Una muy buena oportunidad de revivir el clásico y adentrarse en una propuesta que indaga sobre lo que podía haber sucedido tras la muerte de Adela y la huida a caballo de Pepe el Romano.