¿Quién no conoce a Berto Romero hoy en día? Todos lo hemos visto en televisión y tenemos claro que es un showman con mayusculas, una mente rápida con un gran ingenio y con pocos pelos en la lengua.
En este espectáculo vemos a Berto en todo su esplendor. Reparte con ganas y hay para todos, pero no se queda en su humor irreberente habitual. Mete el dedo donde más duele, en lo innombrable. Habla de pederastia, de redes sociales, de cuerpos esculturales en cabezas mediocres, dice verdades como puños sobre las «bondades» de la paternidad e incluso habla con Diós y no le llama guapo precisamente.
Humor negro del bueno y a lo bestia, sin tapujos ni censuras. Si no quieres que te arranquen de tu mundo de color a golpes, mejor no vayas a verlo.