La visión del ciudadano de a pie del cuerpo de policía traspasa fronteras y pervierte mentes. Esos cuerpos uniformados, casi sin rostro, enfundados en sus disfraces de poder, repletos de violencia, desfachatez, temor son las grandes bazas con las que juega Romeo Castellucci en Bros, expuesta en el Condeduque en el marco del Festival de Otoño, una obra tan tenebrosa como bella, terriblemente oscura, ante todo muy efectiva. La capacidad de retratar el sentimiento de invasión y poder, bajo un cuerpo de actores elegidos a dedo en un casting callejero, hace todavía más evidente la falta de criterio para distribuir porras y armas, en ese papel tan obtuso que parecen cumplir para cuidar a la ciudadanía o quizás más bien constituir una nueva fuente de invasión y amenaza. Es realista y certero lo que consigue, parece que nadando en el juego y la propia incertidumbre de no contar con un texto escrito. Siempre con algo de alegórico, la apuesta funciona, embriaga, te impone. Es bueno Castellucci.
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