Cae una catedral te deja sin palabras. Es de estas obras de teatro que te atraviesan por dentro dejándote vacío, pero con la extraña sensación de haberte llenado por completo. Todo comienza con una energía apabullante, los actores bailan al ritmo de la música en escena, sacando incluso al público de sus asientos para que pueda sentirse uno más de esta representación. Posteriormente, Federico Lehmann y Matias Milanese, los intérpretes de la pieza, presentan su propuesta corporal y escénica llena de amor, redención y pasión.
Hay que destacar varios aspectos de estos actores. En primer lugar, la energía que proyectan es espectacular. El ritmo está equilibrado, saben cuando hacerte reír, llorar o pararte a reflexionar. Asimismo, la destreza física y el entrenamiento corporal a nivel coreográfico es de resaltar. Lo que más impresiona de este espectáculo es ver cómo dos cuerpos se fundían en uno. Como a través del cuerpo expresaban objetos, sentimientos y uniones que son imposible de romperse. En mi opinión, hacía tiempo que no sentía dos cuerpos tan expresivos en escena y con una química que atrapa desde el primer segundo que empieza la función. Era imposible dejar de mirarlos.
La historia a primera vista parece básica, pero encierra en sí misma algo universal. Se nos presenta el reencuentro de dos hombres, lo inusual está en que uno de ellos padece una extraña enfermedad en la que irá desapareciendo a lo largo de siete días. El otro está esperando un hijo mediante un proceso de subrogación de vientre. Esta historia irá bordeando nuevos caminos que llevan a un mismo lugar: el cuerpo.
La puesta en escena tiene lo necesario para contar la historia: dos sillas y una mesa que irán adquiriendo nuevos significados. Es hermoso ver cómo los actores saben aprovechar estos recursos que a través de la magia teatral adquieren nuevas formas. Además, consiguen darle valor a cada rincón de la sala teatral, utilizándola a su antojo para romper con la cuarta pared. Cada hueco se llena de su historia.
En definitiva, quien ama el teatro debería de ver esta obra. Es una cartografía escénica donde dos cuerpos se encuentran en el paso del tiempo. Es una historia de amor contada desde una honestidad tan grande que se convierte en algo universal. Sin duda, entiendo que la Compañía de Los Pipis haya sido declarada de interés cultural y social por la legislatura de Buenos Aires en 2024 porque cualquier persona que quiera ver teatro de calidad debería ver sus creaciones.
¡Os quería dar las gracias personalmente por hacer TEATRO (EN MAYÚSCULAS)!