Un musical que me ha hecho viajar directamente a Broadway. Una historia de amor que se refleja sobre el escenario con un despliegue increíble de actores caracterizados de los años 20. Guiños al cine, mucho humor y sensibilidad. Una propuesta que me ha sorprendido gratamente por la puesta en escena, los bailes, las voces y las ocurrencias de los personajes.
Son 25 actores y bailarines y una orquesta de nueve músicos que derrochan talento; pero además de la música, dos de los actores me han hecho reír (muchísimo) durante toda la función. Y lo mejor de todo: cuando menos me lo esperaba… volvían a hacerlo. Se trata de Mieria Portas y de Ricky Mata. Ambos, brillantes. Se encargan de escenas muy potentes y ensamblan un campo de energía fascinante.
Y la mítica escena que todos esperamos: sucede. Claro. El público quería lluvia y han caído litros y litros de agua sobre el escenario, juegos con los paraguas, decenas de farolas, y un baile protagonizado por Miguel Ángel Belotto que emociona e invita a todos a aplaudir con fuerza. Una escena icónica.