Pues Ángel Llacer y Manú Guix lo tienen claro, y lo han conseguido: they make us laugh. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto en el teatro pero Cantando bajo la lluvia no solo te hace emocionarte con una comedia bien ejecutada, es un disfrute que va más allá.
Aquí van mis tres razones por la que es una obra imprescindible:
Primero, la dirección de actores. No hay ninguno que no brille, el trabajo es impecable. El ritmo no decae, se mantiene en una velocidad constante que hace imposible perder la atención, envolviéndote en la historia.
Segundo, el elenco con un nivel de calidad muy alto. A destacar el trabajo de Ricky Mata como Cosmo Brown que me hizo recordar a, el que a mi modo de ver, ha sido un actor de musicales excepcional: Russ Tamblyn. En los musicales poder combinar una maestría en baile, interpretación y canto es muy complicado, la mayoría de los actores se decantan por una de esas habilidades. Ricky no, conjuga todas y acapara la atención con un buen hacer extraordinario. Por otro lado, Mireia Portas como Lina Lamont: qué gusto da comprobar lo que significa «tener tablas en el teatro«. Mireia respira con el público, sabe respetar silencios, magnifica el poder de la mirada y, en definitiva, utiliza cuerpo y voz para convertirse en un personaje que no deja indiferente a nadie.
Tercero, una versión teatral bien ejecutada. Hacer una copia de una película que muchos tenemos en el imaginario es misión imposible, caer en ese error es condenarse al fracaso. Sin embargo, saber exprimir la magia del teatro a una historia que muchos ya conocemos, es un trabajo digno de alabar. La alta calidad vocal, unas coreografías diferentes cada vez, coordinadas al máximo y que requieren una mención especial. Es también la destreza en el diseño de la iluminación creando varias atmósferas, una escenografía que cambia con una sutileza absoluta. Es, en fin, un viaje a un mundo donde no solo te vas a reír: te llevarás un recuerdo placentero (y, posiblemente, tararearas alguna melodía).
Está en tu mano perdértelo… o no.