Obra del letrista y compositor, idolatrado por tantos, Stephen Sondheim, con el título de la conocida adaptación cinematográfica. Curiosamente, el número icónico no surgió hasta que el productor de productores, Harold Prince, llamó al coreógrafo de coreógrafos, Jerome Robbins quien sugirió cambiar el inicio y ahí nació “Comedy tonight”. Aquí ese número es sencillamente genial. Una troupe irrumpe en platea camino del escenario a modo de fiesta total donde queda claro el tono de lo que vamos a ver.
La antigua Roma. Acierto absoluto, no hay cartón piedra, sino estética circense, muy a juego con la farsa, un festival de colores, donde ves en el escenario hasta el último euro de la entrada (no suele pasar).
Un joven (magnífico Eloi Gómez) delicadito enamorado de, primeros equívocos, una chica del burdel (divertidísima Ana San Martín, de quien desconocía ese registro y que puede ser un torbellino si se suelta aún más) y un esclavo pillo (Latre) que les “ayuda” buscando el premio de su libertad (¿qué libertad? como se apunta demasiado sutilmente). Recurrirá a cualquier engaño y enredo para conseguir su cada vez más complicado objetivo. Farsa absoluta, malentendidos, persecuciones, disfraces, el deseo que todo lo mueve…
Musicalmente el mérito es que suene tan bien (y bien no es alto, que es como suelen sonar muchos musicales grandes) con una dirección en la que nos llegan los matices, interpretada por músicos que forman parte de la trama y así se nos presentan (en un número que podría reducirse algo).
Y sí, hay breves imitaciones de Latre, que, pese a mis miedos, encajan bien si se mantienen controlados. No es quien mejor canta pero es un showman, se nota que se lo ha trabajado, el elenco le apoya y lo cierto es que no “canta” (perdón, perdón). Para los “puristas” que arrugan la nariz cuando ven que un musical lo protagoniza una figura mediática, hasta en Broadway recurrieron a Whoopi Goldberg. ¿De qué otra manera puede el sector privado levantar un proyecto que, leo, cuesta 1MMe?
Lo mejor: Un elenco coral fabuloso, entregado, de calidad más que contrastada, de dominio del ritmo y el escenario.
El detalle inteligentísimo: el recuerdo a Gurruchaga (otro showman) quien la interpretó dirigido por Mario Gas. Puestos a que comparen, de cara.
Lo menos bueno: el inicio de la obra se ve lastrado por una balada demasiado temprana.
En resumen, entra por los ojos y suena requetebien, farsa vodevilesca, divertida (más de sonrisas continuas que de carcajadas), donde todos encuentran su gag, fresca, puesta en escena mag-ní-fi-ca con un elenco en estado de gracia y momentos tan cómicos como los de la (tan actual) peste.