Ayer acudí a las 20h a ver la obra de Chicago al Teatro Apolo de Madrid.
Tengo que admitir que esta obra me ha causado unas sensaciones discordantes. Por un lado, en su argumento y por otro lado, todo lo demás… me explico:
No podemos destacar el vestuario de los artistas, ya que durante toda la obra calzan mismos tacones, sí, sí, ¡taconazos! y otras vestimentas lenceras propias del contexto. En cuanto a cambios de decorados, tampoco podemos destacarlos ya que con juegos de luces y música y un decorado basado en sillas, consiguen trasladarte a diferentes lugares y momentos. ¡Un gran reto!
El espectáculo muestra un análisis social, con un toque de comedia y ese humor ácido que nos encanta a los espectador y se sumerge de lleno en la historia, sita en el Chicago de los años 20, en un mundo de jazz, con asesinatos, corrupción y lujuria, con personajes llenos de personalidad y carisma. Sin embargo, el argumento, como decía, es flojo y lineal, pero bueno, vamos a escuchar jazz!!! No he visto la película en la que está basada, pero entiendo que será así.
Sin embargo, me ha encantado.
La propuesta escénica es elegante, minimalista, siendo su orquesta lo mejor, situándola en medio del espectáculo, como parte protagonista y descubriéndonos lo maravilloso que suena el jazz.
El elenco de actores (más de 12 bailarines y cantantes), las dos protagonistas y los dos hombres se encargan de llenar el escenario con voces maravillosas que nada tienen que envidiar a los de Broadway y unas coreografías espectaculares para una banda sonora que la mayoría reconocíamos en las primeras notas, como las versiones en castellano de All That Jazz y Razzle Dazzle.
Esta obra es un plan ideal para ir con amigas y parejas, nunca con hijos menores. En mi caso fui con mi madre y ella no suele aguantar las obras enteras ( ;-) se echa siestecillas) y esta le encantó, destacando el encanto del ritmo musical.
